Durante mis frecuentes viajes por el interior de la provincia de Buenos Aires he conocido músicos/as de la más variada índole pero con un punto en común: el amor por el movimiento, expresión que crece a medida que el camino avanza, rompiendo la estática que a veces nos envuelve con cierta tristeza en los pueblos. Andaba así en las cercanías de Villa Gesell cuando me contaron -en boca de un charcutero de la zona- acerca del viaje de un prometedor acordeonista de dicho pueblo costero, de nombre Federico Aguirre. Sus inquietos dedos armónicos se han marchado rumbo a tierras alemanas cargando tan sólo su instrumento y una humilde valija.
Esto no sorprendería a nadie, menos viniendo de un promiscuo acordeonista, pero me sugirió preguntas: ¿Cuántos de nuestros músicos habrán decidido cruzar los límites patrios y representarnos en lejanas tierras? ¿Cuántas facetas nuevas tendrá este fuelle geselino y chamamecero, mezclando la tierra tuyusera con los misterios del viejo continente? ¿Cuándo seremos nosotros quienes nos animemos a desplegar las alas?
Dicen que Dios todo lo sabe y todo lo ve: pues entonces él, o ella, o cuál sea su condición iluminada, entiende los designios de cada uno de nosotros. Espero entonces que nos otorgue la valentía para tomar las riendas de nuestro propio destino y hacer como Federico Aguirre, acordeonista de nuestra región: creer en nuestras posibilidades y atarnos con el lazo del sonido.
Cristóbal Gamarra